La semana de seis días
El título que he dado a este artículo no hace alusión al intento de racionalizar el calendario que tuvo lugar en la Unión Soviética en el primer tercio del siglo XX. Esta división de la semana, o mejor habría que decir “seimana” o “hexamana”, al constar de un número no primo de días, a diferencia del siete, permitía organizar los periodos de descanso y trabajo (2 y 4) entre distintos grupos de trabajadores, de tal forma que la mejora de la productividad al no haber interrupciones de fin de semana, liberase más días al obrero de sus responsabilidades productivas, dándole más tiempo no sólo para ocio, si no también para tareas reproductivas (cuidado del hogar, niños, enfermos y ancianos), para su formación y la participación social y política entre otras.
Sin embargo el título de este artículo hace referencia al capricho de un juez de la Audiencia Nacional de secuestrar “El Jueves”. Como es de dominio público, el togado Juan del Olmo, decidió perseguir y requisar todos los ejemplares del número 1.573 de la revista satírica por ilustrar su portada con el heredero a la corona española y su esposa practicando el coito en posición canina. La alusión estaba muy bien traída ya que de una forma irónica, destacaban el carácter no redistributivo de la última medida preelectoral de ZP por la que se premia la paternidad con una cantidad fija de 2.500€ sin importar los ingresos ni las necesidades del perceptor de la misma. Parece ser que el detonante que llevó al juez a semejante medida, fue el mostrar a dichos personajes en actitud tan mundana, como si quisiese evitar que el populacho fuese consciente de que los miembros de la casa real también se suenan la nariz, defecan o copulan (y mucho a tener en cuenta por la prole que tienen).
Esta acción, aunque ejemplarmente chocante por lo difícilmente entendible que es para el público general, no es, ni mucho menos, la única muestra de los resortes que es capaz de mover nuestro Estado Democrático de Derecho para salvaguardar la imagen de la monarquía. Recientemente, tras una cacería que Juan Carlos Borbón se corrió por tierras rusas, saltó también la polémica por el estado del oso al que había dado muerte. El suplemento Caduca Hoy del diario Deia se hizo eco de la embriaguez a la que sometieron al plantígrado, de nombre Mitrofán, para que el avezado cazador no errase el tiro. Por ello, se vio perseguida por la Fiscalía General del Estado.
En Iruña todavía se recuerda una visita del rey del año 88 en la que el entonces delegado del gobierno en Navarra, el chorizo confeso Luis Roldán, mandó sus tropas de asalto a la sede de la radio Eguzki Irratia porque habían abierto los micrófonos a las llamadas de teléfono de tal forma que sus oyentes pudiesen expresar qué pensaban en la misma. Los integrantes de este proyecto de radio, también fueron juzgados en la Audiencia Nacional por injurias al rey.
Más recientemente, el portavoz de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, ha dado con sus huesos en la cárcel, entre otros motivos, por practicar una inferencia lógica muy simple respecto al sucesor de Franco. Por un lado, el relator de la ONU para la prevención de la tortura, ha redactado un informe en el que declara que en España “la tortura y los malos tratos eran una práctica, más que esporádica”, información que Amnistía Internacional ha utilizado también en sus textos. Además, recientemente el Tribunal Europeo de derechos humanos criticó a España por la falta de efectividad y exhaustividad en la investigación de unas denuncias de tortura y malos tratos. Por otro lado en la constitución española de 1.978 se recoge que el estado español, se organiza como monarquía parlamentaria y por tanto el jefe del estado, es el rey. Si ninguna de las organizaciones antes mencionadas (ONU, Amnistía Internacional o Tribunal Europeo) ha sido perseguida judicialmente por sus afirmaciones sobre el estado español, ni, está claro, que nadie puede negar el contenido del artículo 1 del texto constitucional, la frase que usó el mahaikide alusiva al rey como “jefe de los torturadores” es una conclusión lógica.
De todo esto debemos sacar algo positivo. Si la burguesía española cuenta con y utiliza todos los resortes mediáticos para conseguir que en sus encuestas se diga que la mayor parte de la población valora positivamente su monarquía; si Franco dejó “todo atado y bien atado” para que los sectores que ostentaban el poder (religioso, político, y económico) se mantuviesen tras su muerte con distinta chaqueta bajo el paraguas de su designado como heredero; si el movimiento de contestación al sistema está o bien desorganizado, o bien abrazando un republicanismo descafeinado; ¿por qué los resortes represivos del estado no pueden guardar la más mínima apariencia de democracia formal ante cualquier mínima crítica a un monarca tan campechano?. Quizás los cables que sujetan este entramado no son tan fuertes como pueda parecer y la figura del rey es usada como símbolo inmaculado, que dé sentido a la existencia de este estado. El secuestro de la revista y procesamiento del dibujante y guionista de su portada debe servirnos, por su difusión a una mayoría del pueblo normalmente desinformada, para señalar el débil barniz de democracia con que se oculta este estado y sumar voluntades de cambio real de este sistema.
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