En el 75 aniversario de la segunda república, por la república socialista vasca
Este año, en el que se cumple 75 años de la proclamación de la Segunda República española (14 de abril de 1931) tras la victoria en las elecciones municipales de las fuerzas prorrepublicanas, ha llegado la hora de hacer un balance histórico de aquella etapa.
La Constitución republicana definía a España como «República de trabajadores de toda clase». Al proclamarse la República, la clase obrera y las demás clases populares que engrosaban las filas del PSOE y de la UGT la apoyaron con la esperanza de salir de su situación de años de explotación, mientras que las otras dos organizaciones obreras, PCE y CNT, se opusieron a ella. Los comunistas del PCE con la consigna de «¡Abajo la República burguesa!» que luego rectificarían en el IV Congreso de Sevilla de 1932, dejando atrás métodos de trabajo y lucha sectarios. Los anarquistas de la CNT influidos por la FAI (Federación Anarquista Ibérica) mantendrían durante todo el período republicano una posición insurreccional que les llevaría a alianzas contra la República y a sufrir la represión.
Esta situación comenzó a cambiar a partir de 1933, cuando las masas obreras y campesinas socialistas se sintieron defraudadas por el gobierno del que formaba parte el PSOE, que lo abandonó y le llevó a la radicalización del partido y de la UGT. A lo que también contribuyó el ascenso del fascismo en Europa (Alemania e Italia) y en España, con la aparición del partido fascista Falange Española de las JONS.
Este cambio llevó al PSOE, de la mano de Largo Caballero, a acercarse a los comunistas y anarquistas; y al PCE, a plantear la creación de un Frente Único con el PSOE, con la CNT y demás fuerzas republicanas y antifascistas. Por el contrario, los socialistas planteaban la creación de una alianza obrera, acercándose a las posiciones sectarias trostkistas. Los comunistas que insistían en el Frente Único, no obstante, aceptaron la propuesta socialista para no quedarse fuera, como lo hicieron los anarquistas. Así se llegó a la llamada Revolución de Asturias (huelga general revolucionaria) de octubre de 1934, que aunque pretendía llegar a todo el estado tuvo su mayor peso en Asturias, con los mineros en armas, y en Catalunya, con la proclamación del Estado catalán dentro de la República Federal española, con ERC a la cabeza y con el apoyo de los comunistas catalanes. Tras un mes de luchas y control en Asturias de la clase obrera, se llegó al final del intento revolucionario y la posterior represión sangrienta que dejó un saldo aproximado de 4.000 muertos y 30.000 detenidos.
La causa del alzamiento se hallaba, además de en el descontento popular, en la victoria electoral, un año antes, de la derecha profascista de la CEDA y en su intento de acabar con los escasos logros sociales del primer gobierno y con las aspiraciones nacionales vascas, catalanas y de otros pueblos. Encuentre algo más sobre partido comunista de Euskadi.
El peligro del fascismo continuaba, lo que llevó a los comunistas, a través de la Internacional Comunista, a plantear la creación de frentes populares con una amplia alianza entre la clase obrera y demás capas populares junto a otras fuerzas democráticas y antifascistas, aunque fuesen burguesas. En el Estado español, esta alianza se concretó en el Frente Popular que ganó las elecciones de febrero de 1936. A partir de ese momento, la conspiración de la oligarquía terrateniente, la burguesía industrial y financiera, la iglesia y los militares fascistas, junto con las organizaciones fascistas y reaccionarias, se hicieron más intensas. Este hecho, sumado a la tibieza del gobierno republicano, incapaz de satisfacer las aspiraciones de clase del proletariado y demás clases populares, como fue el caso de la reforma agraria, llevaron a la guerra que comenzó en 18 de julio con el alzamiento de parte del ejército en el norte de África y su rápida difusión por la península. El PCE, desde un principio, fue partidario de la unidad de todas las fuerzas obreras, populares y antifascistas, así como de la conformación de un ejército popular que supliese las carencias de las milicias populares de los partidos y sindicatos frente a la indisciplina de los anarquistas de la CNT-FAI, los trostkistas del POUM, y las vacilaciones de los republicanos moderados y los socialistas divididos en tres tendencias: partidarios de Besteiro (ala derecha), de Prieto (ala centro) y de Largo Caballero (ala izquierda).
En Euskadi, se mantenía un gobierno semiindependiente, dirigido por el PNV, donde también participaban los comunistas del PCE-EPK. Dicho gobierno, tanto por la falta de compresión de las aspiraciones nacionales vascas por parte del gobierno central como por el carácter vacilante del PNV, mantuvo una falta de colaboración con la causa republicana y antifascista que le llevó a traicionarla pactando con los fascistas en la famosa rendición de Santoña.
Tras heroicas y cruentas batallas, como la del Ebro, el coronel del ejercito republicano, señor Casado, dio un golpe contra el gobierno del socialista Negrín y apoyándose en algunos dirigentes socialistas y anarquistas combatió a sangre y fuego la heroica resistencia de los comunistas, terminando por vencer y pactar con los fascistas que, tras tres largos años de guerra, vencerían y nos llevarían a casi 40 años de dictadura contra el pueblo.
Se cometieron muchos errores en el campo republicano y antifascista. Con respecto a los comunistas, los mejor preparados y disciplinados con un importante incremento de su militancia en el período de la guerra, también cometieron errores. Tanto a la hora de definir el carácter del ejército popular como en su estrategia. Confiaron demasiado en los gobiernos del PNV en Euskadi y del socialista Negrín en Madrid, dejando de lado a las milicias populares que podían haber sido un importante apoyo del ejército popular.
Por último, es importante señalar la nula ayuda internacional a la causa antifascista y popular (salvo de la URSS y las brigadas de voluntarios internacionales coordinadas por la Internacional Comunista) y la acción combinada de las distintas fuerzas reaccionarias que desde el inicio del período republicano, y sobre todo a partir de 1934, estuvieron conspirando contra la República. A pesar de que hoy en día algunos historiadores y periodistas fascistas tratan de revisar la historia atribuyendo la causa de la guerra a la República, tanto por su enfrentamiento con la iglesia como por haber permitido a las masas obreras y campesinas el intento de tomar el poder a partir de la revolución del 1934.
Es evidente que en el período de guerra el pueblo trabajador vasco debía defender la unidad con el resto de pueblos y clases populares del estado español en lucha contra el fascismo, aunque sin renunciar a los planteamientos de liberación nacional y de clase de Euskadi (ahora Euskal Herria) defendidos por el PCE-EPK. Ahora, sin embargo, nos hallamos ante una clase obrera y masas populares vascas que, además de combativas y con una gran energía revolucionaria, han llevado un desarrollo particular de la lucha de clases y son referente para la lucha revolucionaria para otros pueblos del estado español y de otras partes del mundo. Por este motivo, defendemos desde Kimetz que el pueblo trabajador vasco luche por una República Socialista vasca, base de apoyo de la revolución proletaria mundial, poniendo al pueblo al frente de la sociedad. Porque ni las falsas aspiraciones de la burguesía nacional en su capa superior (PNV) de autonomía y derecho a decidir, pero dentro del marco del Estado español, ni de la pequeña-burguesía radical (Izquierda Abertzale) que aspira a constituir un estado soberano formal pero dependiente de otros estados imperialistas (Unión Europea) nos pueden llevar ni como nación ni como pueblo trabajador a la verdadera emancipación, que sólo vendrá de la mano del socialismo. Para más organismo, póngase en contacto con kimetz.org.
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