HUELGUITA Y COHERENCIA
Uno se pregunta a qué responde esa fascinación, de serpiente encantada, que ejercen los capataces del capital sobre la izquierda de la izquierda.
Tras la huelguita particular del pasado 8 de junio, recordé, a la hora en que hunos y hotros nos ofrecían los datos de participación, aquello de Ezra Pound de que “la técnica de la infamia consiste en inventar dos mentiras y conseguir que el pueblo discuta acaloradamente sobre cuál de ellas es la verdad”. Y algo así -así de infame- ocurrió aquella tarde primaveral, pues lo cierto es que mientras bailábamos al son de su -de “su” del capital, por supuesto- música para un baile de cifras, la verdad verdadera, esto es, que la huelguita particular convocada por los vendeobreros nada tenía que ver con la defensa de los intereses de los trabajadores del sector público, terminó de volatilizarse de la conciencia política de la izquierda de la izquierda.
Mientras el fatídico día 8 se va alejando “sin parar un punto” en el calendario y en la memoria, y a la espera de que quienes secundaron la huelguita particular nos expliquen -¡pues nos deben una explicación!- en qué han cristalizado las justificaciones de “leninismo” de hojaldre que esgrimieron para sumarse al parito, uno se pregunta a qué responde esa fascinación, de serpiente encantada, que ejercen los capataces del capital sobre la izquierda de la izquierda, ofidio tan pavoroso como presto a caer en manso trance tan pronto como los vendeobreros desenfundan la flauta mágica de la huelguita y la movilizacioncilla.
Después de tanta transición monárquica, de tantos trascendentales acuerdos democráticos, de tantos compromisos históricos, de tanto maquiavelismo de cartón piedra y de tantos dirigentes y pensadores devenidos tertulianos, a uno le crece la sospecha de que para desamansar a esta serpiente lo primero es hacer -hacernos- creer que pica, es decir, que la serpiente puede que sea de verdad una serpiente, o lo que es lo mismo, coherencia.
Como es ésta virtud, como tantas otras, que por falta de hábito no puede adquirirse plenamente de un día para otro, y por eso mismo mucho nos tememos que, de nuevo, cuando próximamente los sindicatos del capital convoquen la huelguita general -huelguita, en todo caso-, la izquierda de la izquierda la secunde, nos permitimos recomendarle un sano ejercicio de coherencia (pues son vendeobreros, ¿no?): recorrer el trayecto de la manifestación de los capataces del capital el mismo día y a la misma hora pero en sentido inverso; por un poner: en vez de de Cibeles a Sol, de Sol a Cibeles.
Quién sabe si lo que no ha hecho el ser furgón de cola de los vendeobreros o el liquidar críticamente la incapacidad propia echando las culpas a Stalin y al “socialismo real”, puede empezar a hacerlo la coherencia. Quién sabe.
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